lunes, 14 de septiembre de 2015

The last days of the suicide kid.

La soberbia me hizo libre, tuve suerte de estar en lo cierto, por el contrario habría resultado ser un pobre ignorante más, aunque esos ignorantes crean que yo lo soy y ellos no. Oigan, todos aquellos crédulos que tratando de imponer justicia se dejaron la piel por el camino no son unos ilusos, ni unos legos, ni siquiera unos imbéciles; tan sólo unos pobres diablos. Y les diré algo, se debe a que en este mundo no hay sitio para la verdadera honestidad porque las mentiras que queremos escuchar siempre se saborean mejor que la evidencia.

Qué triste, qué sutil, no me importa que me desprecien, la arrogancia no es rival para la indiferencia, continúo mi camino y las explosiones de mi alrededor son estruendos sin voz. Ni el sordo me ve ni el ciego me oye, ¿ven?, guardo en mi bolsillo grandes cualidades. Por la noche, escuchando el ruido que hacen los animales y los coches, he convertido mis ojos y mis oídos en una aduana, entra todo el material que me ayuda a crecer como a las plantas el Sol y todos los residuos putrefactos los desecho. Ah, qué asco doy. Ah, qué predecible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario