jueves, 25 de febrero de 2016

Me siento sosegadamente complacido con este rol.

Tumbado en el sofá me pregunto fumando si el mundo es tan terrible como aparenta o tan bonito como lo pintan mientras un aro de humo flota sobre mi cabeza y me hace parecer un santo. No me interesan sus opiniones, están repletas de ideologías y prejuicios, puedo leerlo en sus gestos de desaprobación y en sus miradas, me repelen por poner en duda lo establecido. Miro a las caras de las personas y veo inmundicia y asco por mendigar un sueldo, un salvoconducto para esquivar la indigencia o la muerte como cada final de mes a cambio de su tiempo vital. ¡Libres!, sí, de escoger el banco que les robe, el gobierno que les manipule, la televisión que les lave el cerebro y la comida que les envenene.

¿Sientes esa presión en tu pecho?, tarde o temprano llega cuando el individuo se encuentra solo, cuéntame, qué vas a decirte cuando ya no puedas escapar de ti mismo y tu espíritu exija un motivo y únicamente puedas pagarle con remordimientos. Entonces, cuando las tribulaciones y los paradigmas hundan tu cuerpo hacia el abismo y la libertad condene tu alegría y tu dicha resultando ser un don maldito en un inesperado volteo del destino, pilla otra cerveza y el mundo te parecerá un lugar más plácido.

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