martes, 16 de febrero de 2016

Tus pensamientos caen rodando por el desfiladero, y la posibilidad más tentadora que llevar a cabo quizás implique la muerte, y piensas en el bajo precio en comparación con tal inmensa fortuna. Voy por ahí encontrando la compañía de nuevas personas y perdiendo las de otras, camino delante de unos críos que hacen burlas a un viejo gruñón que les está sermoneando y me hacen sonreír al igual que el conductor del bus que me dedica un gesto amable conforme dice hola. Sin ningún motivo aparente la vida me sorprende y de nuevo me da una lección, ella me empuja contra el suelo y yo una vez más vuelvo a levantarme con las rodillas peladas, no puedo disgustarme con ella. Anduve flotando por el abismo sonrojado por mis propias impertinencias jugando a ser juez y verdugo de mi propia voluntad, erré, no tuve en consideración la resolución final de mis actos y en consecuencia caí hacia abajo. La ilusión de un renovado pensamiento me hace levantarme de la cama una mañana más, en ese instante ínfimo en el que mi cuerpo acepta las doctrinas de mi mente se decide todo, emprender el camino más largo hacia la felicidad o descansar un par de horas más mientras el Sol está en su punto más álgido. 

Tengo miedo y de mi miedo soy culpable, mas en noches como esta ya no me refugio en la cobardía ni en el placer inmediato que otorga la resolución de mis deseos, ¿tal vez me niegue a mí mismo ser humano? La desesperación florece un día más y yo bebo de su jugo, me hace tiritar y escribir.

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