jueves, 18 de febrero de 2016

Si allá adónde diriges la vista ves la desolación causada por la mano infecta del hombre tal vez debas empezar a pensar en cambiar el mundo, sonreír más frecuentemente, decir te quiero a las personas que amas, perdonarte de vez en cuando. Me llaman loco, o no, pero yo no poseo la verdad, es tornadiza y esquiva, demasiado inmensa para llegarla a contemplar desde una sola perspectiva y por eso salto a ver si me lleva el viento. Cuando me flagelo recordando oportunidades desperdiciadas o errores pretéritos pienso en el infinito presente que se extiende desde mi nacimiento hasta el día en el que complete mi inevitable trabajo, expandiéndose en todas direcciones y manteniendo su vigencia, siempre es hoy, siempre es ahora mismo, siempre hay un buen motivo para seguir obcecado en no tirar la toalla. Vienes y me das las gracias y me dices que admiras mi voluntad por vivir en un mundo tan oscuro en el que la verdad se hace tormento, pero para mí es un jugo agridulce e indispensable, me está matando lentamente pero me hace grande. Algo está equivocado, el mundo se divide en extremos que se rozan y yo me mantengo haciendo equilibrio en mitad de la cuerda suspendido sobre el vacío. Ya no me pregunto porqué, sólo sigo adelante.

He descubierto una melodía que me hace flotar, lloro de emoción contrayendo mis músculos por la belleza implícita e inequívoca que rebosa en cada lágrima, es tan bonito como la muerte en combustión casi eterna de una estrella lejana, su flujo de plasma nos alcanzará y nos hará arder a todos por igual.

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