martes, 19 de abril de 2016

Hay una línea muy fina que separa la locura de la masturbación, la honestidad con uno mismo del ego, el amor de la soledad. Si yo pensara que el karma existe también podría pensar que algún día me llegará, y si no llega, ¿será porque soy consciente del dolor que genero a mi alrededor y no pueda ver cuántas cosas maravillosas hay en mí? Será por eso que el karma no me concede una redención, porque es a mí mismo a quien más daño hago. No sé si es una buena oportunidad para agarrar la felicidad y nunca soltarla o una prueba irrefutable de que los frutos del árbol que siempre comí están podridos.

Me he dado cuenta de que la dicha es una golondrina que de vez en cuando emigra y va cambiando de cabeza pensante a cabeza pensante, nunca se detiene por mucho tiempo, nunca está dispuesta a contentar a nadie por completo. Yo intenté cazarla, la encerré en una jaula, pensé que si el aire y la luz entraban a través de los barrotes podría disfrutar de ella todo el tiempo que quisiera sin importar las estaciones y la climatología, pero la cazó una primilla. Intenté retener a la felicidad, aunque no la hubieran matado habría muerto por sí sola.

Qué infame es la vida, antes de nacer ya es seguro que vas a morir, supongo que por eso todos nacemos con cerebro vacío de ideas, porque no podríamos soportarlo. Y no es hasta pasado muchos años cuando un niño se da cuenta de que todo lo que siente y lo que ve algún día ya no podrá ser percibido, que todo seguirá tal y como está salvo él, y que su muerte no sólo es el fin, sino que da cuerda al universo. Sin tu muerte todos moriríamos, ¿vas a ser tú lo suficientemente egoísta como para desear ser inmortal? La inmortalidad nunca me sedujo, la proximidad a la muerte siempre fue necesaria para mí, si supiera con seguridad que nada haría ceder mi sufrimiento... creo que intentaría separar mi cabeza del resto del cuerpo.

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