domingo, 3 de abril de 2016

La vida cambia, las cosas cambian, se clavan en mí, doy gracias a dios. Todo corre en un sentido, trayecto en dirección a la muerte en asientos de primera clase, pónganse cómodos, no durará mucho. Son las seis de la mañana otra vez, no tengo prisa por mejorar, aún hay demasiada miseria que retratar, demasiado que aprender. Sé que no tiene sentido buscarle un sentido, las cosas son así, no hay un botón o una palanca que activar para que el cielo se despeje de nubes y la contaminación se segregue de la tierra, no existe la magia si no eres tú quien saca al conejo de la chistera. La promesa de una luminosa y fascinante felicidad al final del camino resultó ser un mejor carburante que la propia felicidad, tal vez piense de ese modo porque nunca la conocí en realidad. ¿Es más triste saber que nunca fui feliz a creer que durante algún tiempo sí lo fui?

Yo aquí sintiéndome culpable por tirar una colilla al mar y al otro lado del mundo un volcán en erupción quema vivos a miles de animales, yo aquí sintiéndome culpable por formar parte de un sistema podrido que basa su existencia en el abuso a los más débiles y al otro lado del mundo miles de hombres arrasando vidas en nombre de la libertad.

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