Aunque la ira me ahogue nunca dejo salir palabras feas de mi boca, siempre que hay tormenta en el exterior me busco un rincón y monto allí mi pequeño oasis hedonista. No tengo miedo a la verdad, yo vine a buscarla, por mucho que tiemble la tierra mis raíces jamás ceden, y el suelo que piso se hace más duro y mi cuerpo y mi mente se compactan en un único líquido indisoluble y todas las desgracias se hacen chistes. El karma puede salvarte, puede regalarte el beneplácito de el que se jacta de contemplar el sufrimiento ajeno a modo de castigo, al final siempre se trata del mismo juego. Hoy no tengo muchas ganas de hacer nada, y es una putada porque la mayoría del tiempo hay que estar aprendiendo cosas incluso cuando estás tirando perdiendo el tiempo. Entre tantas cosas que se cuelan por mi cerebro hoy he recordado la capacidad de la música para sanar la melancolía, los ruiseñores cantan a la madrugada y pareciera que entonan solos de flauta a lo Jethro Tull.
No hay comentarios:
Publicar un comentario