domingo, 8 de mayo de 2016

Mañana es el día del juicio final, mañana firmaré mi sentencia, habré marcado mi destino. Tal vez mañana a estas horas ya esté muerto, pero esta vez no me buscarán, no habrá quien lo sepa, nadie recorrerá las calles esperando encontrar un cadáver incrustado en el capó de un coche o la silueta en forma de cruz de alguien a punto de hacer un salto de fe. Hacia la muerte, si hacia algún lugar nos dirigimos es hacia la muerte, yo sólo me pregunto qué sentido tiene eludirla y por qué la gente huye de ella con cremas para las arrugas y leche de soja, como si llegado el día pudieran sentirse mejor sabiendo que hicieron todo lo posible por rechazar la idea de lo inevitable.

Ojalá me sintiera desgraciado y pudiera excusarme, ojalá no supiera al menos que sentiría remordimientos, ojalá me disparasen en la cabeza si es lo que tiene que pasar; pero ojalá fuera en el momento menos esperado.

Estoy aquí, todo lo que ven es todo lo que ofrezco, caminando por la calle puedo parecer un tipo normal bajo la lluvia, puedo ser también aburrido, tanto que no pensarían en la posibilidad de que en mi cabeza pudiera ocurrir algo excepcional fuera de lo ordinario. Si eso es lo que quieren ver entonces me dejaré ver como un ordinario, si quieren pensar que soy feliz así seré, aún así jamás podrán vislumbrar lo que hay dentro de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario