miércoles, 11 de mayo de 2016

Tengo los ánimos hundidos y el corazón hecho pedazos,
el pelo despeinado y la cama desecha,
una pila de pensamientos desordenados sobre la silla de mi habitación
y un cenicero que rebosa malas intenciones.
Una ventana que da hacia el patio,
un servilletero vacío, una canción de rock alternativo;
un folio lleno de ecuaciones sin resolver,
un recuerdo, un estímulo, una negación.
Un disgusto que no estoy dispuesto a encarar,
el deseo roto de una madre,
y su vejez.

Una puta enamorada,
un músico sin ritmo,
un paraguas en el desierto.
Las ganas de hacerlo bien versus
la realidad difusa de mis pensamientos,
que fluyen, que golpean contra el rompeolas.
Mareas de oro líquido que mojan mis pies,
y los erosionan, y los mojan,
y después retrocede.
Amor, odio, rabia, resentimiento,
meras reacciones electroquímicas en el interior de la maquinaria biológica.

Un sentimiento que pincha,
un cigarro mal apagado,
una columna de humo.
Un adicto sin dosis,
un boleto de lotería atrasado,
un poema sin rima.

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