martes, 2 de enero de 2018

Gracias por joderme

Ese pequeño y ardiente sentimiento que por algún tiempo se siente lejos y en contadas ocasiones vuelve, lo agarro con pinzas, lo deposito bajo las lentes de mi aparato entre dos superficies de cristal transparente y lo examino. Cuando lo veo de cerca el corazón me duele un poquito, da un vuelco y luego vuelve a su sitio. Me quedo ahí sentado observándolo por horas, a veces sólo intermitentemente, y le pregunto, ¿por qué regresas otra vez? Lo vuelvo a masticar, vuelvo a hacerle preguntas, entonces el corazón me duele otro poquito ante su silencio. El sentimiento está ahí como un montón de arena muy dura y muy compacta que pretende convertirse en piedra, pero yo no se lo permito, nunca dejaré que ninguna otra clase de capa de sedimentos se adhiera a mi corazón de nuevo. Así que agarro un alfiler y con mesura y dedicación voy rasgando ese sentimiento, lo araño levemente, ya que no querría que se deshiciera del todo. Y no sé por qué, a decir verdad, no se siente tan mal. Es como una nota a modo de recordatorio pegada en la nevera, me dice, las cosas no van del todo bien, chico, ponte las pilas. Gracias por permanecer ahí adentro extendiendo la infección, permitiendo que mis anticuerpos se hagan más fuertes.

Me gustaría ser capaz de explicarlo mejor, ni todo el alcohol del mundo me ayudaría. El miedo cabe en un zapato de atrezo, tengo la vida agarrada con fórceps al filo de lo que se disfruta sin tener y de lo que se padece sin ver. No estoy triste, sólo expectante. Lo mejor puede ocurrir si lo malo también, no es menos común, es menos fortuito. Agarra la jarra para los sedientos de paz, vierte un poco en nuestros vasos, nunca exigimos amor, un poco de justicia solamente.

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