miércoles, 24 de enero de 2018

Soy fácil de juzgar porque soy fácilmente intransigente, si me jodes te jodo, lo hago inconscientemente por simple acción y reacción pues a través de mí la energía fluye libremente, pero nunca lo hago innecesariamente. Soy como un estanque de agua en el que mirar tu reflejo o sumergir la vista y mirar lo que hay adentro y en el fondo, en el fondo hay barro, y dentro del barro crustáceos de río y suciedad. Poco que decir o poco que sentir, lo que uno puede hacer no le hace merecedor de nada, sólo lo que hace. Toco con un viejo que ha surcado el mundo haciendo música con los mayores y más célebres talentos del siglo pasado y el tipo no tiene casa, dinero o comida, que alguien me diga lo que es justo. Yo sólo conozco un método, nunca alejarse sin dejar de moverse, respirar hondo para cuando el oxígeno escasee. Todo lo que queda es la ilusión, lo único que queda. Una ilusión por la que llorar, caer al vacío infinito de la noche solitaria. La ilusión de pensar que quienes lo merecen ven su esfuerzo recompensado por misericordia divina. Ojalá tuviera las respuestas, ojalá pudiera darle sentido al dolor.

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