lunes, 29 de enero de 2018

me pido perdón

Voy a encender mil cerillas en la noche para que desde el cielo también se puedan ver las estrellas, voy a cortar de raíz todos mis problemas, voy a encontrar una solución. Quiero bailar en la oscuridad mientras me enveneno un poco más soñando y pensando, quiero destruir mi ego y toda capacidad de raciocinio para convertirme en una hoja seca. Estoy al borde de dejarlo todo, estoy al borde de pedirle a Dios que guíe mi camino aunque no pueda entregarle mi voluntad porque soy demasiado débil, ya casi puedo beber del manantial infinito y despertar de la ilusión. Casi renuncio a todo, casi me pego un tiro con mi pistola invisible de balas de plástico, y me preocupa sinceramente descender de nuevo a los infiernos, me preocupa destruir cosas.

Me canso de todo antes de que cualquier cosa se canse de mí y aunque doy lo mejor de mí duramente las cosas salen bien, los problemas sustituyen otros problemas, las desilusiones hacen cola. Así fue y así sigue, de ese modo fluyen las cosas, nada es tan bonito para aguantar el desgarrador calor que emiten las cosas bellas. Por eso la gente escribe y se droga, por eso follan como locos, por eso edulcoran sus vidas, nada escuece más que la tristeza cortando la carne viva.

No hay nada seguro acerca de qué me gustaría decir, por estoy aquí una noche más, hay gente que daría su vida por mí y sin embargo me siento más solo que La Luna. Tal vez me gustaría decir que quiero a alguien que me demuestre con pruebas clarividentes que soy egoísta o débil, y en cualquier caso aceptarlo sin más. Me refugio en la música y en palabras antiguas, estas semanas me recuerdo al niño imbécil que solía pensar en todo lo bueno sin mover un dedo, que abría su cuerpo, que lloraba y no comía ni dormía y pensaba que tenía motivos para ser infeliz. Esta noche soy ese bastardo subnormal. Nunca fuimos tan distintos.

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