lunes, 16 de septiembre de 2013

Y de nuevo viéndolas venir.

Fumo la última calada y me despido de mis buenos compañeros con una dulce satisfacción que inunda mi pecho al comprobar una noche más que todo sigue en su sitio. Pero es este frágil equilibro el que constantemente me hace pensar en que la balanza en cualquier momento pueda decantarse del lado de la depresión.

Si esta es la vida que elegí antes de nacer supongo que tenía ganas de retarme a mí mismo. Cuando reprimo un sentimiento tarde o temprano vuelve a manifestarse en mí, a veces en momentos muy inadecuados. Es inevitable que mi miedo haga florecer desconfianza hacia todo lo nuevo, porque es más fácil permanecer inmóvil, viendo como los años transcurren sin dar un paso ni arriesgarme a explorar. Mi dios no cree en sí mismo, mi dios no tiene cabida dentro de la concepción humana del Universo, por eso digo que no existe. Temo por el futuro de algunos de mis chavales de juntera, se ansian demasiado por las drogas, cuando la mayoría de las veces ni se gana ni se pierde.

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