miércoles, 22 de junio de 2016

Si me jodes pienso reventarte, pienso acabar contigo. Iré a joderte hasta que no puedas con el peso, entraré en tu casa andando de puntillas y rajaré tu cuello mientras duermes, después saldré de allí fumando un cigarro como si nada hubiera pasado.

Vuelvo a casa y subo a la azotea como cada noche para contemplar la ciudad y el cielo estrellado y no encuentro manera de dejar de pensar en que todo lo que ocurre a mi alrededor es malo, malo, malo y lo único que hago yo es respirar, respirar, respirar. Todo el dolor que hay dentro de mí no es volcado por mis temblorosas manos sobre ninguna superficie, me lo quedo para mí, la violencia es un error pero tampoco es sano guardarlo todo adentro. Se van quemando las paredes interiores de mis órganos y algún día me hará explotar manchando el lugar de sangre y vísceras.

La soledad me complace, en su compañía nadie me hace daño. Es grato caminar por la calle y que nadie me conozca, un completo desconocido que no le importa a nadie. Eso es bueno, es grande. Ninguno de ellos puede dañarme, no saben de mi pasado ni de mis pecados, ni de mis deseos ni de mis errores, no son personas a las que quiero y por eso no pueden dañarme. El Universo avanza en una sola dirección: la destrucción. Y nosotros podemos construir edificios gigantescos o escribir novelas larguísimas, pero ni el último ladrillo se convertirá en polvo ni la última hoja de papel se descompondrá después de que el Universo de un solo parpadeo siquiera.

Vamos a hacerlo todo arder, este es un dolor profundo muy difícil de explicar.

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