lunes, 23 de noviembre de 2015

La malo del después son los despojos que embalsaman los pájaros del sueño.

Una noche más viajo de vuelta a mis infiernos sólo por el placer de escribir estas sanguinolentas líneas, únicamente por el gozo de verme sufrir a mí mismo. Tal vez tengas razón en eso de que me quiero poco a mí mismo, y que todo ser humano puede superar cualquier traba si admite que el amor es la única respuesta viable. Y yo te pregunto una vez que te has marchado, ¿y si estamos supeditados bajo la simpleza del amor y el falso altruismo? ¿Y si mi miedo es más denso que mis intenciones de ser feliz? Entonces estrujo todo aquello y lo hago una bola, apunto y la lanzo al más oscuro rincón de mi alma, años después con el paso de los meses un nuevo miedo brota y sus blancas flores fecundan el suelo muerto y gris.

Un triste cigarro más, para tú estar más cerca de la muerte y yo más lejos de ti, con arrugas en tu rostro y los portarretratos del salón declarando el testimonio de una belleza pasada que se marchita a cada calada. Ah, qué habré hecho yo para tenerte y malgastarte y a día de hoy no ser capaz de dar marcha atrás, y ahora sé que sería el hombre más afortunado del mundo si encontrara a una mujer que me amase la mitad de lo que tú lo haces. No puedes enseñarme a ser feliz a estas alturas, solamente cabe la posibilidad de que por mí mismo aprenda a mostrarte el verdadero amor (ese amor del que siempre hablas y dices que un hombre jamás podrá sentir) y así me dejes volar en paz. Porque te amo con todas mis fuerzas y en cada una de tus lágrimas veo mi fotografía, y me doy cuenta que del mismo modo en el que el cáncer se llevó a tu madre la desidia y la cobardía me quitarán a la mía.

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