domingo, 29 de noviembre de 2015

Soy asqueroso pero no es una novicia.

Si observo a través del prisma contemplo las ruinas de una infancia muerta, el desgastado borde casi gris de una adolescencia tornadiza y las marcas de una decisión que me perseguirá. Sólo habiendo convivido en la oscuridad un individuo puede reconocer la luz, de igual manera me he dado cuenta que la insuficiencia y el rencor me hacen ser una mala persona; y por ese motivo cuando pienso en los grandes dictadores del pasado o en los inalcanzables magnates de Wall Street siento pena de que tanta codicia les ciegue. ¿Acaso el mundo no podría ser un lugar mejor si nadie interpusiera quejas para que todos (en la desigualdad más absoluta, que es la que mejor nos define realmente como colectivo) pudiéramos tener al alcance de la mano todo aquello que necesitamos? El dinero es una cárcel inmensa sin barrotes ni muros de cemento armado, por él la gente cambia cada minuto de su vida por cada moneda, por cada billete, por cada fragmento de metal, por cada trozo de papel. ¿Es este el mundo que queremos?, pudiendo dar a cada uno lo que por legítimo derecho de vida pertenece, arrastrando a un lado el falso egoísmo y mostrando a la luz el verdadero que ansía vislumbrar la felicidad en los ojos del prójimo al que amamos. No vine a traer la paz, vine a traer la guerra.

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