jueves, 19 de noviembre de 2015

Me despierto doce horas más viejo y salgo a la calle para contemplar la obra del señor.

Si supieras toda la pena que guardo dentro no me harías esas preguntas, cuando me ves tirado en la cama a las cuatro de la tarde con los ojos entornados esgrimiendo cada filamento de las sábanas en busca de un poco de esperanza. Y me dices "no me gusta verte así", "¿así cómo?" respondo yo, y a continuación me haces una señal para indicarme dónde hay tabaco y te marchas. Dios, si pudiera devolverte tan sólo un poco más de lo que te pido estaría conforme, pero te quiero tanto y tú a mí que eso te impide dejarme vivir. ¿Hasta qué punto la desgracia de una madre puede llegar a adormecerse hasta un día despertar y desear no haber engendrado? Yo soy tu mayor don, y dieciocho años después me convertí en la peor maldición. Lo siento, si te dijera que eres la persona por la que más lloro con diferencia te haría más triste, y entonces yo tendría que quitarme la vida y tú vendrías conmigo irremediablemente. Combato contra el poderoso cauce de mis lágrimas, estoy perdido y no sé encontrarme y año tras año los meses pasan fugaces pero persistentes bajo el innegable lema Mañana empezaré a cambiar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario