lunes, 15 de junio de 2015

How strange, such a funny thing.

Ah, qué tan fácil resulta manipular a las personas, tanto como ellas quieran ser manipuladas. Vivimos en la época de la hipocresía en la que las virtudes son aplastadas y los pecados hacia uno mismo enardecidos, en un mundo en el que los hombres juran lealtad, pero cada uno de sus actos es una injuria a sus promesas pues todo ser viviente actúa únicamente para su pleitesía. Si alguna vez creyeron ser esclavos del amor no lo son más que de sus sentimientos y de la mentira que padecen o disfrutan, aletarguen sus apetencias de vivir de una vez por todas, antes de empezar a brillar deben quemarse lentamente.

La verdad. La verdad es un sustento exiguo, tanto que sólo existe en la boca de los hombres para cuidarse de indeseables sorpresas cuando venga el lobo. Y no digo que debamos mentirnos (tal y como hacemos desde hace milenios), sino aceptar nuestra condición, pues como animales estamos sometidos a nosotros mismos y a las leyes naturales que nos cercan, pero esta represión acabará el día que consintamos nuestra incredulidad e insignificancia. No se pueden negar las leyes que aceptamos cuando permitimos ser lanzados o que nos impusieron al ser arrojados a este mundo.

Por más circunstancias horribles que sobrepase o por muchas cosas hórridas que me sucedan jamás Destino podrá maldecirme porque yo ya estoy maldito desde el día que crucé la frontera por el puente y la medida del cauce del río se desbordó, convirtiendo la pasarela por la que caminé en ladrillos arrastrados por la corriente. Ahora estoy encerrado en este mundo piedra.

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