miércoles, 17 de junio de 2015

Qué triste pantomima.

Después de probar el peso de mi hombría me otorgaste la prerrogativa de acariciar tu cuerpo pero no de invadirlo. Me hiciste actuar como hace el domador con los leones leones, mostrándome la recompensa en carne que me premiaría por sin duda lo que fue una conducta tan diligente. Me fallé tal vez a mí mismo, cuando en años pretéritos calumniaba y sentenciaba a todos aquellos perros que con sátira irónica dejaban evaporar su amor propio y sin titubeos se lanzaban a los pies de cualquier zorrita de buen ver, "¡lo que son capaces con tal de comer un coño!", decía. Pues bien, diría que me he convertido en uno de ellos.

Cuál es la respuesta correcta, a quién pretendes engañar; son cuestiones que no me competen, pero sí, me atrevería a decir que eres una perra, pero no a ti. No hay ningún problema, simplemente escribo lo que vivo y padezco los perjuicios de dejarme arrastrar por flujos de sangre que riegan mi polla y drenan mi cerebro. Tan sólo es una manera más de mentirme, y de mentirnos sin ni siquiera tener en cuenta que tenemos en cuenta el ardid de nuestros actos. Qué delicado y primoroso tempo que marca con justeza el infundio con el que ejecutamos nuestros menesteres a vista de todos, con el que también embaucamos nuestros sentimientos y nos engañamos.

Arctic Monkeys - I Haven't Got My Strange 

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