lunes, 1 de junio de 2015

Haz girar mi hélice.

A veces a la más alta velocidad freno en seco, levantando polvo y tierra del camino, expandiendo micro partículas de tierra y todo tipo de bacterias infecciosas por mi sistema respiratorio, y el brillo tan oscuro del tiempo desperdiciado y la cadencia con la que mis recuerdos se proyectan en formato Super 8 en la pared interior de mis párpados me hacen temblar. Tiempo malgastado gastado al fin y al cabo, empleado en esto y en aquello sin esperar demasiado beneficio, ¿de qué valdría todavía con todo el arrepentimiento? Arrepentirse es un acto de rectificación tardío, y lo que ya ha pasado no se puede cambiar, tan sólo las repercusiones de aquello que aparentemente hicimos mal. El tiempo es lineal, y lo que ocurrió no volverá a suceder, sin embargo aunque ello debería librarnos de todo peso parece ser ese el motivo fundamental por el que la gente mira atrás con recelo; tirándose de los pelos y esgrimiendo leves sonrisas pensando en los pudo ser pero no fue

En tiempos como este persistir es la regla de oro, para pensadores y perros depresivos que deambulan por un limbo muerto. Nos educaron bajo una doctrina: el agotamiento siempre es sinónimo de esfuerzo, y este reivindica supuestamente el éxito de nuestras empresas. A decir verdad todo aquel que se cruce con estas palabras debe trastocarse, cuando digo la verdad más grande que sus oídos han percibido; y es que nos empeñamos en arreglar un pasado irreparable y construir un futuro inexistente.

Decidí ser el más bueno en aquello que se me daba mejor, resultó ser la depresión, enterrarme entre cojines muertos en un oscuro sofá o llorar hacia adentro en momentos inoportunos. Anoche fue una difícil noche, pero absolutamente necesaria y renaciente.

Arctic Monkeys - My Propeller (Live At Reading, 2009)

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