lunes, 8 de junio de 2015

Saco la fuerza del interior, allá donde los hombres no se atreven a explorar por miedo a permanecer encerrados en ellos mismos el resto de sus vidas, con ella escribo estas líneas correosas. Esta brutal soledad me acompaña hasta en los momentos más felices, a veces después de inhalar una calada de ese humo tan tentador, otras cuando camino solitario de vuelta a casa bajo la sombra de inmensos bloques de pisos que me vieron crecer a través de las décadas. Dime adónde he de dirigirme para dejar de soportar esta carga, cuáles son los apócrifos escribas del tiempo y la eternidad que con sus palabras rectan hacia mi cama como reptiles sin patas dejando su piel mudar.

Las obligaciones vienen y van, o eso querría creer, porque diría que todo lo que nos une a otros se oculta tras un telón de apariencias. En un espacio de una sola dimensión en el que ni siquiera el tiempo existía, en un vértice coincidían tres infinitas líneas que en su único punto de intersección explotó rompiendo todas las reglas y generando el caos, venga dios y lo vea, su creación se ha manifestado. Miles de millones de años más tarde yo soy parte del eco de tan inmenso desorden, y como bípedo mortal al servicio de mis necesidades y miedos trato de darle forma y color a tan perversa idea.

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